Las palabras de Jesús: "Mi reino no es de este
mundo" han sido terriblemente mal interpretados. Es por esta razón que hoy
en día los cristianos suponen que un paraíso en la tierra es imposible, a pesar
de que Jesús era un Judio y creía que es posible.
Este relato da la impresión de que Pilatos, el
gobernador romano, era un hombre justo que no encontró ningún motivo para
acusar a Jesús y que incluso intentó liberarlo gracias a la costumbre de soltar
a un preso durante la fiesta de la Pascua. Pero no debemos ignorar el contexto
histórico. En esa época los romanos
temían una rebelión. Es lógico que a Pilatos no le gustara en absoluto que a
Jesucristo le llamaron el Mesías y el rey de los judíos. El sabía que muchos
judíos esperaban del Mesías que les librara de los romanos. Y también sabía que
una persona que era considerado el rey de los judíos –Jesucristo era un
descendiente directo del rey David, siempre de padre a hijo– podía unir a todas
las diferentes sectas judías, y encabezar una guerra contra los romanos.
Es en respuesta a la pregunta de Pilato: “¿Es cierto que te llaman el rey de
los judíos?” cuando éste responde:
“¡Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuese de este mundo mi gente habría
combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi reino no es de
aquí!”(Jn18:36) Por lo tanto, es
evidente que Jesús intentaba tranquilizar a Pilatos, haciéndole entender que no
tenía nada que temer porque él se consideraba un líder espiritual y no un líder
mundano. El hecho de que era rey de los judíos se correspondía a que era un
descendiente del rey David por un linaje siempre de padre a hijo.
Vemos así que estos relatos
sobre Pilatos y Barrabás ocultan una realidad compleja: debemos tener en cuenta
de que si el Nuevo Testamento aspiraba a ayudar a convertir el cristianismo en
la religión oficial del Imperio Romano no se podía permitir criticar a los
romanos.
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